martes, 1 de abril de 2008

Le atiendo mal ¿y qué?

Los panameños solemos ser muy buenos con los turistas: "señor no camine por allí, que es peligroso", advertimos al desprevenido extranjero que se aventura con cámara digital en mano por una calle solitaria de Calidonia, pero entre nosotros a veces nos tratamos muy mal.
Somos malímisimos en atención al cliente. Entras a un almacen y las vendedoras van detrás de ti con una actitud que más que para ayudarte parece que quieren vigilarte y cada cosa que tocas la van inmediatamente arreglándo, en tú cara. Te tratan como si fueras una persona que viene a desordenar el almacén y no a comprar ¡Ja! (Acepto que a veces desordeno, pero usted no invita a su casa y va detrás pasando el limpión por cada lugar que el huesped tocó, ni siquiera Bree Van de Camp).
Ayer voy a sacar una fotocopia de cédula, ¿qué puede tomar eso? Cinco minutos. Tuve que esperar 30 minutos porque en ese mismo lugar hacen transferencias de dinero al exterior, es un internet café, venden agendas y lo mejor: SOLO ATIENDE UN EMPLEADO. Como solo había una fotocopiadora en 5 kilómetros a la redonda me tuve que aguantar.
Y qué me dicen de los taxis... olímpicamente te dicen que no. "Lléveme a El Dorado" y es como si le hubieras dicho "me puede transportar gratis a dónde el diablo perdió la chancheta". Hasta te ponen caras como diciéndote ¡usted está loca! El día en que aparezca un competidor que ofrezca un buen servicio y se les acabe el monopolio entonces van a llorar.

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